jueves. 25.04.2024

La verdadera historia de Juan José Domínguez. El falangista al que Franco mandó fusilar - Capítulo VII

En el llamado Bienio Radical Cedista -se le llamó así al Gabinete que Lerroux formó con miembros de su partido y el apoyo en el Parlamento de Gil Robles- el gobierno, a pesar de la desconfianza que le inspiraba Queipo de Llano, le confía a este la inspección general de los carabineros, cargo menor, aunque sin mando en ninguna plaza, pero bien remunerado que le obliga a viajar por toda España, -como él mismo declararía más tarde- y visitar todas las guarniciones burlando la vigilancia del Frente Popular y pretendió sublevarse en Valladolid.

Su adscripción a la guarnición de Sevilla, cabeza de la IIª División Orgánica no fue solicitada hasta finales de junio, por el comité de conspiradores porque el general ya estaba involucrado con Mola y Franco en el golpe de estado.

-Mis compañeros me largaron a mí -dijo Queipo en alguna ocasión- el mochuelo de Sevilla.

Cuando se produjo la subversión en Marruecos, el 17 de julio, Queipo de Llano se encontraba en Huelva simulando una inspección -fue informado, mientras veía una película en un cine de la ejecución del golpe- y burlando la vigilancia gubernativa no se presentó en la capital hispalense hasta la madrugada del día dieciocho donde esperaba contar con la ayuda de José García Carranza, “El Algabeño”, un famoso torero y hombre de acción local al que no conocía, pero que le ofreció la ayuda de mil quinientos falangistas, aunque a la hora de la verdad, los prometidos falangistas se quedaron en quince, a los que se añadieron otros sesenta liberados de la cárcel, entre ellos los condenados por el caso Aznalcollar.

“El Algabeño” es localizado en los primeros momentos del golpe entre la camarilla de guardaespaldas de Queipo y, sobre todo, organizando la represión en los barrios obreros de Sevilla.

Mientras todo esto ocurría, Sancho Dávila había enviado a Juan José Domínguez a Córdoba para evitar el peligro que corría en Sevilla -cuenta Serrano Suñer en sus memorias- ya que los comunistas querían ejecutarlo porque había sido un importante activista de las milicias falangistas de la capital del Guadalquivir y uno de los más conocidos, a pesar de su corta edad.

Se cuenta que en una concentración de juventudes socialistas, presidida por el diputado Hernández Zancajo, Domínguez, se dedicó a repartir hojas de propaganda de Falange y cuando los jóvenes se dieron cuenta de lo que estaba haciendo, intentaron lincharlo, lo que evitó Zancajo en un acto de civismo.

Narciso Perales que lo conocía muy bien y que lo había llevado -queda contado en otro lugar- desde las filas tradicionalistas a la Falange dijo que era un hombre de un valor extraordinario.”Yo, que he tenido fama de valiente tuve, sin embargo, miedo muchas veces, cosa que a él no le ocurría nunca. Juan José era un caso patológico de valor”.

Aislado -seguimos con la narración de Serrano Suñer- en un pueblo de Córdoba, al inicio de la guerra, organizó en él, la milicia comunista y se incorporó a las fuerzas republicanas que al mando de Miaja marchaban sobre la capital.

Reparaz, uno de los capitanes que había estado con Cortés en el Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza, cuenta en su libro del estado mayor de Miaja a la Virgen de la Cabeza, que en el retrete de la casa donde tenía el citado general su puesto de mando aparecían, con frecuencia, consignas -obra de Domínguez-con el yugo y las flechas.

Por su parte el coronel Cascajo, gobernador militar y jefe del alzamiento en la ciudad de los califas, relata que, a mediados de agosto -veintidós de agosto- en el día del ataque más fuerte, en las proximidades del Cerro Muriano, en pleno tiroteo, Domínguez se pasó de bando, con casco y pistola ametralladora, diciendo que era un falangista de Sevilla y dándole cuenta detallada de todas las fuerzas republicanas que Cascajo tenía enfrente, junto con el nombre de los principales jefes y el armamento que poseían.Este dudó un momento porque advertía alguna contradicción en lo manifestado por Juan José Domínguez y le pidió nombres que pudieran avalarlo. Domínguez le dio, precisamente, el del Jefe Provincial de Córdoba, Viñote, pero al que no había posibilidad de dirigirse porque estaba preso en Madrid y le dijeron que el Jefe de Falange en Córdoba, en esos momentos, era Miguel Primo de Rivera a quien tomó Juan José por el hermano de José Antonio diciendo que este también lo conocía, pero existía una confusión porque el Jefe en Córdoba era Miguel Primo de Rivera y Cobo de Guzmán, primo, pero no hermano de José Antonio. Entonces dio el nombre del Secretario Provincial, un tal Olivares, que era sevillano quien lo avaló.

Perales añade que no es posible escribir la historia de las hazañas de Domínguez, antes y durante la guerra porque nadie las creería ya que eran inverosímiles.

El mismo Domínguez las relataría, pocos meses después, cuando pidió la baja en el ejército para dedicarse a asuntos particulares, como veremos en el próximo capítulo.

Antonio Esteban

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