domingo. 05.05.2024

A medida que nos vamos haciendo mayores podemos percibir y referir una progresiva merma de nuestras capacidades visuales que pueden estar provocadas tanto por cambios normales en los medios oculares –cambios fisiológicos- como por cambios inducidos por determinadas enfermedades –cambios patológicos- debidos estrictamente a patologías visuales, como por ejemplo el glaucoma o a enfermedades generales que tienen repercusión sobre la salud visual, como la diabetes. Estos problemas visuales pueden disminuir seriamente nuestra independencia, y se vuelven más frecuentes a partir de los 55 años y tienen una mayor incidencia en los mayores de 65 años.

La visión se presenta cuando la luz es procesada por el ojo, transmitida por el nervio óptico e interpretada por el cerebro. La luz atraviesa la superficie transparente del ojo, llamada córnea a través de una apertura: la pupila; hacia el interior del ojo la pupila se autorregula parar controlar la cantidad de luz que entra al ojo. La parte de color, el iris, es el músculo esfínter que controla el tamaño de la pupila. Después de que la luz atraviesa la pupila, llega al cristalino, el cual la enfoca sobre la retina, la pantalla sobre la que se forman las imágenes en la parte posterior del ojo, convirtiendo la energía luminosa en un impulso nervioso que es transportado por el nervio óptico al cerebro e interpretado allí.

«Muchas personas de edad avanzada descubren que aunque su visión es bastante buena para conducir durante el día, deben renunciar a realizar esta actividad durante la noche, debido a problemas con el resplandor, la luz brillante y la oscuridad»

Con la edad adulta es frecuente que nuestra vista vaya perdiendo facultades.

Es por ello que se aconseja a cualquier persona una revisión ocular una vez al año para detectar cualquier anomalía del sistema visual y prescribir su tratamiento específico.

Los problemas de visión más frecuentes relacionados con la edad son: presbicia, cataratas, degeneración macular asociada a la edad, desprendimiento de retina, glaucoma, y ojo seco... Entre las complicaciones derivadas de problemas de salud general las más frecuentes y también las más graves son las referidas a la retina y al nervio óptico por culpa de la hipertensión arterial, problemas circulatorios o de riego y sobre todo por la diabetes.

Todas las estructuras del ojo cambian con la edad. Desde el sistema lacrimal, encargado de lubricar al ojo, cuya disfunción paulatina produce los conocidos y molestos síntomas asociados al ojo seco, picor, escozor, sensación de cuerpo extraño… la córnea se vuelve menos sensible, de modo que las lesiones pueden pasar inadvertidas. Hacia los 60 años de edad, las pupilas disminuyen a aproximadamente a un tercio del tamaño que tenían a los 20 años de edad, reaccionando además más lentamente en respuesta a la oscuridad o a la luz brillante lo cual nos provoca una mayor sensibilidad a la luz del sol y menos resistencia a los deslumbramientos.

Muchas personas de edad avanzada descubren que aunque su visión es bastante buena para conducir durante el día, deben renunciar a realizar esta actividad durante la noche, debido a problemas con el resplandor, la luz brillante y la oscuridad.

El cristalino se vuelve amarillento, menos flexible y ligeramente opaco además de que pueden aparecer las ya conocidas cataratas, que pueden ser de diversos tipos, teniendo cada una un pronóstico y provocando además diferentes cambios visuales según su tipo.

Entre estos beneficios, podemos distinguir que el trato profesionalizado, el apoyo psicosocial y familiar, la convivencia y las relaciones con el entorno… son los ejes fundamentales para alcanzar la satisfacción de los usuarios y que los requisitos que contemplan estas normas no sólo consideran a los usuarios y a la propia empresa gestora de la residencia sino también a los familiares y los servicios de salud.

Además, es fácil establecer algunas de las ventajas que supone la implantación y certificación bajo estas normas UNE para cada una de las empresas gestoras de los centros.

En primer lugar, se facilita el cumplimiento de la legislación vigente asociada a la prestación de los servicios.

En segundo lugar, se consigue una gestión más eficiente, segura y profesional, asegurando la evaluación y seguimiento permanentes de la calidad del servicio prestado.

Y, en tercer lugar, la certificación del centro residencial supone un reconocimiento y una diferenciación fehaciente frente a empresas que no dispongan de esta certificación, cualificación muy interesante para conseguir que usuarios y familias centren su interés en la oferta de nuestro centro.

Actualmente, cada vez hay más centros certificados, empresas que han apostado, desde el año 2008 cuando entró en vigor esta familia de normas UNE, por una inversión en la mejora continua, en la calidad, y que, año a año, están ya recogiendo sus frutos. Empresas que ya son capaces de garantizar a los usuarios y a sus familias un servicio de calidad.

|Equipo Técnico.

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