sábado. 20.04.2024

Este número hemos querido añadir a nuestras curiosidades, una pequeña muestra de expresiones populares y una breve explicación etimológica que nos revelará el sorprendente origen que se esconde detrás de algunas de nuestras expresiones más castizas. Esperamos que disfruten este homenaje lingüístico que hará las delicias de nuestros lectores más curiosos.

“SUDAR LA POLLA”: Parece difícil creer que una expresión tan vulgar pueda tener un origen no solo antiguo sino

incluso científico. En los “Tratados Médicos” de Hipócrates se encuentra descrita una afección extremadamente particular, explicada en función de los cuatro elementos: el exceso del fuego y del agua en los individuos de una cierta edad provocaba una especie de fiebre, que concentrándose en la zona alrededor de los genitales producía abundantes sudores. La descompensación de los elementos conllevaba además una relajación de algunas zonas del cerebro que daban lugar a un desprecio por los problemas importantes. De ahí que desde entonces estuvieran asociados los sudores en torno al pene con la pasividad y la inacción. Aunque no hay testimonianzas escritas ni curiosidades pollamédicas al respecto, se cree que Sócrates fue víctima de este síndrome, de ahí la parsimonia y la tranquilidad con que vivió su proceso y su condena a muerte. De hecho, en una copia muy antigua de “La apología de Sócrates” de Platón se lee al margen un comentario anónimo: “Estaba claro que le sudaba la polla".

“SALIR RANA”: La expresión significa, para quien no lo sepa, un cambio brusco y negativo en la evolución esperada de un acontecimiento. Su origen es antiquísimo y se remonta al Antiguo Egipto. Según Heródoto, justo en la mitad del periodo entre la siembra en los márgenes del Nilo y la cosecha tenía lugar un rito que debía indicar por aproximación el resultado de la siembra. El primogénito del faraón introducía en una bolsa dos medallas de bronce de dos divinidades: Ra, dios del sol, y Heket, diosa de la fertilidad, representada normalmente con el cuerpo de una mujer y la cabeza de una rana. Después se encargaba al primer niño zurdo nacido después de la crecida del Nilo que metiera la mano en la bolsa y escogiera una de las dos efigies. Si salía Ra, se anunciaba una buena cosecha, y era a Ra a quien se encomendarían las plegarias; si salía Heket (rana), era un mal presagio y había que ofrecer sacrificios para pedirle una próspera cosecha el año sucesivo. Es por eso que “salir rana” existe como expresión desde tiempos inmemoriales.

“QUE SI QUIERES ARROZ, CATALINA”: La expresión se refiere evidentemente a una de las Catalinas más famosas de la historia, Catalina de Medici, reina de Francia en la segunda mitad del XVI. Tras la desafortunada muerte de su esposo Enrique II, Felipe II decidió enviar una embajada con diferentes regalos para reconfortar a la recente viuda. Llegados los tres enviados a la corte francesa, la mala suerte quiso que la noche antes del recibimiento el intérprete de los españoles sufriera un grave problema de salud y no pudiera estar presente durante la entrega de las ofrendas, por lo que hubo de recurrirse al lenguaje gestual. El primo regalo era un saco del arroz más preciado que se conocía en aquel momento en Europa, traído de la misma China por las naves españolas. Como los enviados no eran capaces de explicar la particularidad del arroz, la reina lo rechazó, casi ofendida por un regalo tan común en un momento tan triste para ella. Diego Yáñez, el responsable del viaje, se vio en la necesidad de insistir, lo que provocó no ya el enfado de la reina, sino su sumisión en un estado de melancolía en el que ya no profirió una sola palabra. Yáñez, consciente de que no podía volver a España sin haber entregado todos los regalos, insistió hasta tal punto que los guardias tuvieron que alejarlo de la sala mientras gritaba “¡que si quieres arroz, Catalina!” sin obtener ninguna respuesta. Este hecho estuvo a punto de causar una crisis diplomática entre las dos naciones pero por suerte pudo resolverse en pocos días con la ayuda de unos traductores que resolvieron el problema. Esto no impidió que la anécdota se conociera y la frase se divulgara con gran velocidad para referirse a alguien que no escucha o finge no escuchar.

“A TODA HOSTIA”: Que significa “muy rápido”. En el asedio al que los cruzados sometieron Constantinopla en 1204 una de las tácticas que estos emplearon para lograr información de la ciudad bizantina era colocar espías durante las misas más importantes de la ciudad, donde a menudo se daban consignas generales a la población. Cuando el emperador Alejo IV se percató de estos espías, y ante la imposibilidad de identificarlos correctamente, ideó un nuevo sistema de claves que permitiría despistar a los intrusos y prolongar la defensa de la ciudad: bastaba dar unos consejos falsos durante la misa y hacer unas señales en las hostias consagradas para que los oficiales del ejército supieran cómo prepararse. Estaba la señal “cocer el doble de pan”, “posible ataque de catapultas” o “día de reposo”. Como el margen de tiempo era muy escaso entre las grandes decisiones sobre la guerra (que se tomaban en el consejo de ministros de noche) y las misas (que se hacían a primera hora de la mañana), el trabajo de marcar las obleas había que hacerse a gran velocidad: no sólo el signo sino también la distribución a todas las iglesias. Es por eso que mientras se trabajaba se repetía a menudo “hay que hacerlo a toda hostia, a toda hostia!”, porque dejarse una sin marcar podría resultar fatal. Fue a partir de entonces que comenzó a utilizarse la expresión para las cosas que han de hacerse rápidamente

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