jueves. 25.04.2024

El fervor catalán

Ha habido dos hechos que me han hecho pensar sobre el fenómeno que se vive en Catalunya. Es harto complejo, pero hay muchas cuestiones que se están dejando de lado, mientras que a la vez se abre la Caja de Pandora, dejando la razón fuera a ambos lados del conflicto. Recurren unos y otros a la legalidad, a la democracia, sin argumentar mínimamente.

Me preocupa lo que sucede como consecuencia de la sinrazón. Ya dejé manifestado mi criterio en el artículo anterior, “La cuestión catalana“. Hay sucesos que más allá de ser anecdóticos descubren qué hay de fondo sin ser consciente de ello toda una sociedad.

El primero hecho fue ver grupos de niñas y niños de colegios manifestándose enfervorecidos en favor de la independencia. Y otros colocando esteladas. Justificarlo es todavía más grave y no condenarlo más. Igual que si hubiera sido en el sentido contrario. Este hecho refleja una cuestión clara: “El fin justifica los medios”, algo característico de un entusiasmo tan exagerado que deforma la realidad y por ello necesita crear la suya propia y ser compartida colectivamente.

El segundo hecho es ver como se vilipendia y anatemiza a personas que han luchado desde la izquierda y en favor de la identidad catalana, incluso con un gran respeto a la independencia, como son Joan Coscubiela, Joan Manuel Serrat, Jordi Évole, Joaquín Sabina y otros. A cuyos argumentos se ha respondido con insultos, calificativos fuera de tono y bravatas. Lo cual es una reacción irracional. Sucede otro hecho de carácter mesiánico que es “quién no esté conmigo está contra mí”. Algo que arrastra a un sector de la izquierda que desata lo irracional contra un enemigo común, lo cual ciega las ideas y entra en la misma dinámica dejando a un lado su lucha histórica por la igualdad y la justicia social.

Poco tiene que ver lo que sucede con un proceso independentista, curiosamente, sino que sucede un estallido de alteración emocional colectiva. Cierto que la exaltación ha acompañado a muchos acontecimientos históricos a través de las creencias religiosas. Entre otras la construcción misma de los estados nacionales.

Pero en un momento en que no es admisible la violencia y en el que se exige un compromiso desde la democracia es necesario desmontar la obcecación persistente por ambos lados. Pero especialmente de quienes lo agitan, porque se va a llegar a nada ya que es una cuestión vacía de contenido tal y como viene sucediendo. Pero puede acabar en una tragedia, que en cierta medida se está construyendo, puede incluso que sin que nadie se dé cuenta.

Parto de la base de reconocer el fundamento legal  del proceso y por lo tanto es una razón jurídica, pero que se está dejando a un lado por el ardor colectivo que es la cuestión esencial que se está escenificando. Falla la racionalidad que pueda tener. Según el Tribunal Internacional de Justicia de la Haya, principal órgano judicial de las Naciones Unidas, establece jurisprudencia con la sentencia del 22 de julio de 2010: “Declaramos que no existe en derecho internacional ninguna norma que prohíba las declaraciones unilaterales de independencia. Declaramos que cuando hay una contradicción entre la legalidad constitucional de un Estado, y la voluntad democrática, prevalece esta segunda, y declaramos que, en una sociedad democrática, a diferencia de una dictadura, no es la Ley la que determina la voluntad de los ciudadanos, sino que ésta es la que crea y modifica cuando sea necesario la legalidad vigente”. Declaración hecha sobre la guerra de 1999 en la antigua Yugoslavia por la que se obliga a Serbia a abandonar Kosovo.

Pero este proceso racional se obvia y se tergiversan las palabras para visualizar una escenificación del inconsciente colectivo, desatado y que arrastra fuera de la realidad, lo cual provoca una reacción premeditada para alimentar el sentimiento mítico que ha de ser renovado y recargado. Lo mítico tiene que actualizarse. Las referencias históricas quedan lejos y hace falta modernizarlas, lo cual es necesario visualizar como se hace desde la religión con las ceremonias y ritos.

Veamos pormenorizadamente, como estudia Foucault en su obra “Las palabras y las cosas”. En todo el discurso en favor del referéndum  se tergiversa la palabra “pueblo” por lo que es la masa, que es lo que se está moviendo. Las personas no se unen por su conciencia, sino que se diluyen en una emoción común, donde no cabe el razonamiento. Bien lo explica Freud en su obra “Psicología de las masas y análisis del yo”. Lo colectivo se impone sobre lo individual. “En la masa predomina una falsa ilusión sobre lo real”.

Se insiste en un referéndum que deja a un lado a la mitad de la población, cuyo resultado se quiere validar. No tiene sentido, pero la obcecación sirve para disponer de un hecho concreto que parezca “real” al que agarrase y sujetar todo un andamiaje de una construcción social que se ha disparado y frenarla va a ser muy difícil, porque si se quisiera hacer entrar en razón a la masa no la aceptará. Lo que salva este fenómeno de su consecución es que carece todo el proceso de un líder con carisma, sino que es un líder burocrático, lo cual por un lado hará que se diluya y por otro que se descontrole y surjan movimientos violentos que actúen por su cuenta, aun partiendo de querer ser una protesta pacífica.

La sin razón está en que por el mismo método, por ejemplo, un día el Partido Popular decidiera convocar un referéndum para elegir a un presidente del gobierno entre Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría. Nadie lo aceptaría, es absurdo, ni gente del PP estaría dispuesta a participar. ¿Se puede considerar este hecho democracia por el hecho de votar? Pues algo similar es lo que se defiende en el proceso catalán. Pero no se ve porque quien defiende este tipo de referéndum está imbuido de la “verdad” y el fin justifica los medios.

Se pretende que es un movimiento abierto a toda la población catalana. Pero cuando se ha querido colocar una bandera española se ha impedido por las fuerza de seguridad de allá, dejando que sí lo hagan con la estelada. Se considera la bandera española una provocación, pero no es un rechazo de estar en contra, sino visceral, porque todo fervor, patriótico o del tipo que sea, requiere de símbolos y del Mal al que contraponerse. Lo malo lo es por definición. Y es esta visión la que se pretende construir. Es querer hacer real una visión imaginaria, lo cual tiene sus pautas.

Por otra parte una nación para ser Estado debería ser como tal, sin embargo se deja a un lado la Catalunya ubicada en Francia, donde han podido hacer lo mismo unidos a los catalanes de Rosellón, Vallespir, Conflent, Cerdeña y Capcir. Con lo cual toda la argumentación histórica y la conformación de un Estado nacional queda invalidado de por sí, porque un aparte de la nación ha quedado fuera del proceso. No es algo real, sino un refuerzo al sentimiento colectivo del nacionalismo per se, a su forma sin su contenido. El problema es que activa y refuerza igualmente la otra parte del otro nacionalismo al que se enfrentan.

Ya se dijo desde hace años que en España hay presos políticos, que en España se persiguen las libertades, que reprime a los catalanes, lo cual es necesario escenificar. Es ahí donde entra la otra parte que acaba siendo un personaje más de este proceso que llega un momento en que funciona por sí mismo y en la Historia siempre ha desembocado en violencia, desde posturas pacíficas en un principio. Y esto es lo grave, por lo que sólo se podrá desmontar si se conoce el proceso psicológico sobre el cual funciona. Algo que no se ve desde el otro lado enfrentado porque ambos funcionan igual. Y quienes se sitúan entre medias lo hacen por estrategia sin ser capaces de dar una respuesta que no sea la agitación por la agitación en contra del gobierno como enemigo político común sin entrar en el debate de temas políticos esenciales que quedan a un lado.

Con el fervor el Mal lo es por definición, no por lo que haga, pero hay que hacer que actúe como tal. Un claro ejemplo fue cuando el año 1993 en Waco, EE.UU., los davidianos construyeron a su medida el fin del mundo en el que creyeron. Formaron un complejo mecanismo de actuación, con niños pequeños de por medio, y convierte  a la policía federal en a los jinetes del Apocalipsis. Toda una parafernalia, de la que no fueron conscientes,  les permitió visualizar al enemigo. Se armaron con armas de guerra y cuando les fueron a requisar aquel armamento comenzó un tiroteo en el que murieron decenas de miembros de aquel grupo, sobre el que se cantó después: “Dejar sonar la libertad con el sonido de un disparo”.

A su vez el Bien es el bien por definición. En todo el proceso de independencia no se ha señalado la corrupción en Cataluña y sí en el enemigo. Ni la izquierda que apoya el proceso ha pedido la dimisión del presidente de la Generalitat acusado de corrupción cuando fue alcalde de la ciudad de Gerona. Incluso otros casos que han sido juzgadas se excusan en que ese dinero colocado en Paraísos Fiscales fue para apoyar la independencia. El fin, nuevamente, justifica los medios.

Se necesita una fecha concreta para que funcione la adhesión y que se refuerce la creencia. Es algo realmente curioso, pero es como funciona lo irracional. Por ejemplo muchas organizaciones religiosas advierten de un día en el que va a suceder el fin del mundo, la última fecha el 23 de septiembre de 2017. No se cumple, pero los fieles no dejan de creer, sino que se reafirman más. Entienden que deben lograr más prosélitos y hacer más templos. Al hacer de una fecha un talismán se concreta la creencia, el fervor, lo cual recarga el sentimiento de fondo.

Una grupo ruso de control mental cada diez años se planta un miembro aventajado ante un tren en marcha para pararlo con su fuerza mental. Los demás le aclaman, pero hasta ahora ha sido arrollado por el tren. ¿Dejan de creer en eso?, no, consideran que han de prepararse mejor y sirve para intensificar la cohesión del grupo, cuyos adeptos consideran que son especiales.

Lo mismo el hecho de actualizar las víctimas ante el malvado enemigo, que pueden ser por ambas partes como resultado de confrontaciones, forma parte de la construcción del imaginario colectivo que se ha de vivir periódicamente, y de esta manera se mantiene el anhelo de lo que es el foco central del fervor. Ya se dijo que “los mártires son semillas de nuevos creyentes”. Lo cual funciona en todos los procesos de exaltación de un sentimiento colectivo.Y la otra parte fortalece su imagen de orden al precio que sea.

Todo el proceso está minado de incoherencias que se expanden. Por ejemplo quienes criticaron la intervención de la policía ante la concentración de miles de personas contra los registros policiales, cuando impidieron que los policías salieran de los edificios, cuando este partido celebran días después una convención para lograr el diálogo de ambas partes del conflicto y llevar a cabo un referéndum con garantías, al manifestarse a las puertas del lugar en que se celebró un grupo de personas en contra del proceso catalán, con banderas de España, llamaron a las fuerzas de seguridad para reprimir la manifestación en su contra tras haber comprobado la agresividad del ambiente. Tampoco invitaron a dialogar a estos grupos exaltados de la otra parte. Esto provoca una fractura del razonamiento y sirve para alimentar el fervor desde una aparente tolerancia, porque el mismo se nutre de ser los “buenos” sin ejercer lo que dicen sus portavoces, lo cual desquicia a sus seguidores y acaban cediendo su pensamiento al líder porque se les ha hecho ver que se hace en cada momento lo que conviene para lograr los objetivos.

Otra incoherencia grave es que cuando el año 2014 se presentó una moción para defender la autodeterminación del Kurdistán y del Sáhara respecto a Marruecos, quien es el presidente de la Generalitat votó en contra. No se trata de un criterio elaborado por un pensamiento político, sino de una ventisca emocional sin rumbo, sino ser el propio viento.

Conste que me siento como alguien que fuera ateo cuando las guerras entre católicos y protestantes cuando Lutero se rebela al Papa. Se enfrentaron dos formas de creer en Dios, que vistas en la distancia son ridículas ambas, incluso para los creyentes actuales, y supuso millones de muertes. No es el caso en la actualidad, pero sí algo similar en pequeño. Luego se dividieron ambos bandos con guerras intestinas con sus propios feligreses.  Como sucedería de materializarse este imaginario colectivo en Cataluña, porque las fuerzas de izquierdas ¿aceptarían el gobierno de la derecha en el nuevo Estado? Y viceversa.

Sólo desde el agotamiento de lo irracional, temporalmente, o desde la razón tenaz es posible construir o cambiar la realidad.

.Nos encontramos ante un callejón sin salida y sin camino de vuelta. Hace falta derribar el muro de la sinrazón que cierra el camino, ante lo cual el pensamiento es poco probable que funcione. Quizá el humor y pienso, muy en serio, que si escenifica José Mota lo que está sucediendo antes del referéndum desnudaría la situación al hacernos reír de nosotros mismos, dejarnos sin ropajes y con sus disfraces contemplar lo que nos disfraza como personas arropados en la masa, de todas y de todos. Porque el humor penetra en los espacios cerrados de la mente y la risa nos hará ver cómo somos con cariño y benevolencia. Habrá de ser una jovialidad cervantina la que nos represente este humorista, que como define Eduardo Aguirre en su obra “Cervantes, enigma del humor”,  reír es fruto del amor y el sufrimiento. Y así sea más una sonrisa que una carcajada.

Salud y risas, a pesar de todo. Plûtot las vie.

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|Ramiro Pinto

https://ramiropinto.es/

El fervor catalán