sábado. 20.04.2024

GOODBYE YELLOW BRICK ROAD

A raíz del éxito obtenido por Disney tras el estreno de Blancanieves y los siete enanitos (primera película en color de la historia del cine), la Metro Goldwyn Meyer decidió probar fortuna con el género infantil y con el technicolor, produciendo esta maravillosa fantasía musical, que se ha convertido en todo un icono cultural. Cabe señalar, sin embargo, que la novela de Frank L. Baum en la que se inspira no tenía absolutamente nada de infantil, tratándose en realidad de un alegato sociopolítico contra la Gran Depresión, lleno de alegorías. Este componente satírico se pone de manifiesto en los minutos finales de la película, cuando los personajes averiguan quién se oculta realmente tras la máscara del temible Mago de Oz.

Como en el caso de Casablanca, el rodaje de El Mago de Oz estuvo sembrado de accidentes e incertidumbres, llegando a ser hasta cinco los directores que desfilaron por el plató: Norman Taurog, Richard Thorpe y George Cukor precedieron a Victor Fleming, que es quien figura en los títulos de crédito. Pero también él fue relevado por King Vidor, al tener que abandonar el proyecto para acometer el rodaje de Lo que el viento se llevó. Cabe señalar que Fleming era el Rey Midas del cine en aquellos tiempos, pues ya había conseguido importantes éxitos de taquilla con La isla del tesoro o Capitanes intrépidos. Con El Mago de Oz alcanzó un éxito aún mayor y no digamos con Lo que el viento se llevó, que desbordó todas las previsiones. Posteriormente rodó Dos en el cielo, otro taquillazo, y siguió cosechando éxitos hasta 1949, cuando le sorprendió la muerte mientras planeaba la realización de La soga, proyecto que finalizó un tal Alfred Hitchcock.

Volviendo a El Mago de Oz, hemos de destacar la banda sonora de Herbert Stohart y Harold Allen, dentro de la cual destaca la inmortal “Over the Rainbow”, magistralmente interpretada por una inolvidable Judy Garland. Cabe asimismo mencionar el excelente trabajo fotográfico de Harold Rosson, caracterizado por un cromatismo festivo de tonos saturados, que contribuye a realzar la atmósfera de fantasía e irrealidad que impregna todo el relato.

Les invitamos a que pasen y sigan el camino de baldosas amarillas. Sorpréndanse al comprobar que los hombres de hojalata tienen corazón y los espantapájaros, cerebro. Dejen que sus sueños se hagan realidad. Al menos por un par de horas.

Rapaz

El Mago de Oz en el Teatro San Francisco