viernes. 29.03.2024

Desde hace ya mucho tiempo es conocida la relación existente entre la exposición crónica o continuada a la radiación ultravioleta –UV- que acompaña a la luz solar y un buen número de patologías y complicaciones oculares de variable gravedad: pinguéculas, pterigium, queratitis, cataratas e incluso ciertos tipos de Degeneración Macular Asociada a Edad –DMAE-, serían algunos ejemplos. Sin embargo la mayor parte de la población sigue ignorando los potenciales riesgos que para su salud ocular conlleva la no protección del ojo frente a esta radiación, imprescindible por otro lado para la vida.

Recientes investigaciones han demostrado que las horas de máximo riesgo de exposición al UV de la piel y del ojo son diferentes; el mayor riesgo para la piel se produce cuando el sol está en su posición más alta en el cielo, pero debido a la posición del ojo, protegido por la órbita ocular, el riesgo de exposición al UV del ojo es considerablemente menor, y es cuando la mayoría de los usuarios usan –correctamente por otro lado- su gafa de sol. Sin embargo para el ojo el mayor riesgo de exposición UV se produce cuando el sol está en una posición más baja, al amanecer y en el ocaso y en ese momento no se suele ver a mucha gente portando gafas de sol. Eso no quiere decir que tengamos que dejar de usar la gafa de sol al mediodía; en absoluto, sino que debemos extender su uso al amanecer y al atardecer.

Aunque el riesgo de exposición ocular al UV es menor, en los momentos antes indicados, no por eso deja de haberlo; la dispersión del UV producida por las nubes, o determinadas condiciones atmosféricas, reflejos producidos en diferentes superficies –carreteras, pavimento, edificios- aumentan la potencialidad de recepción de radiación por el ojo, es más, los estudios más actuales han medido en una proporción cercana al 50% la cantidad de UV procedente de fuentes reflejadas, que en un entorno urbano, es absorbida por el ojo.

No se nos puede escapar entonces la gran importancia que tiene el que nuestras gafas de sol, no solo sean capaces de filtrar la radiación UV, sino que sean capaces también de anular esos reflejos, que son, ya no solo molestos por el deslumbramiento que provocan, sino que además tienen el riesgo añadido de exponer al ojo a un mayor grado de UV, lo cual se traducirá en un mayor riesgo de complicaciones oculares asociadas e dicha exposición.

Aunque afortunadamente la mayoría de la población toma precauciones adecuadas para proteger su piel del sol no es así con los ojos; sobre todo en niños, siendo ellos los más sensibles a la exposición al UV. Es importante recordar además, que el cuerpo guarda “memoria” de su exposición a dicha radiación, más de la mitad de la radiación UV que se puede considerar nociva la absorbemos durante nuestros primeros años de vida, de tal forma que el momento crítico para proteger el ojo de la luz del sol es durante la infancia y la adolescencia. Filtros antirreflejantes con bloqueo UV, cristales fotocromáticos –que cambian de color según la intensidad de la radiación UV y de la luz- y lentes polarizadas son un complemento deseable para la conservación de nuestra salud visual.

A nadie se le ocurre ir a tomar el sol, a la playa, al monte o piscina… sin la protección solar adecuada en la piel. Hagamos lo mismo con nuestros ojos.

Víctor Javier García Molina

Col. 18929

Tu Visión Natural Optics

Gafas de sol para todos