viernes. 29.03.2024

En Las Ventas han instalado el Circo Mundial, un clásico que permite compartir escenario a dos mundos de fantasía, riesgo y creación amenazados por los sectores más sectarios de lo que algunos han bautizado como nueva política española.

Cuando escribo, las funciones no han empezado por trabas administrativas que sospechosamente lo impiden. Ojo que los rigurosos informes técnicos sobre la seguridad de Las Ventas pueden extenderse al comienzo de la temporada taurina que podría quedar amenazada.

Una serie de ayuntamientos han empezado a prohibir la utilización de animales en espectáculos públicos bajo ese paraguas de ambigüedad bautizado como bienestar animal (?) con la sibilina intención de en poco tiempo hacerlo extensivo a la tauromaquia.

La medida conlleva problemas de coherencia de aquellos que tratan de constituirse en voz de unos seres vivos que carecen de la facultad del habla. Tan generosos ellos, les ponen la palabra como antes lo hizo Walt Disney, ese genio que coqueteó con el fascismo italiano y el nazismo alemán. No olvidemos que Adolf Hitler promulgó la primera ley de protección de los animales. Los judíos tenían el problema de no ladrar ni maullar. De saberlo se habrían librado del terror del Holocausto y los campos de exterminio convertidos en confortables casetas.

Millones de personas en el llamado primer mundo se atribuyen el derecho y la obligación de ponerles voz a los animales. No se conforman con regalarles sus palabras, sus pensamientos, sino que a aquellos que les hacen el servicio de mascotas, les imponen una forma de vivir que en muchos casos va en contra de sus instintos primarios.

Salvo excepciones, raro es el amo que no busca razas concretas y selectas, nada de chuchos, síntoma de un excluyente racismo canino y minino. Muy enferma tiene que estar una sociedad cuando oímos referirse a los perros y gatos como de hijos. El potentísimo tejido industrial destinado a las mascotas dispone de un lobby que sabe como mover los estímulos sensibleros de una sociedad que con el buenismo animal limpia las conciencias manchadas de su relación con sus verdaderos semejantes.

Si los sirios que llegan a Europa huyendo del infierno fueran animales de compañía no habría ninguno desasistido vagando por las calles.

Determinados ayuntamientos no quieren que los animales salgan a los circos ni los camellos a las cabalgatas. De esas mañanas de domingo en las ciudades con los perritos corriendo tras el dueño con la lengua fuera en la perrathon, o como se llame, ni de las exhibiciones caninas haciendo monerías, nada se dice aunque también deberían estar prohibidas por tratarse de espectáculos con animales.

Sacuden a los toros y azotan a todos los circos que no son el elitista del Sol; manifiestan su postura contraria a la fe religiosa pero llevan a sus mascotas a la bendición de San Antón.

A los niños de las ciudades sólo les queda ver a los animales en los zoo y en las granja-escuela donde les ocultan la finalidad de ese espacio no vayan a traumatizarse. De extenderse la tendencia prohibicionista ni siquiera en las Navidades van a poder asombrarse de ver en las pistas circulares abrigadas con las carpas de colores a esos animales que pasan del dibujo animado a la realidad nada virtual. Maravilloso mundo este del circo formado por grandes artistas que hacen el más difícil todavía. Permiten que los trapecistas puedan quedarse tetrapléjicos por intentar el triple salto mortal, pero no que salga a pista un león, un tigre o un elefante nacido, criado y domado en cautividad. Animales tan cuidados como esos perros paseados con correa de piel de otro animal. Fieras mimadas, entre otras razones porque son el sustento de esos domadores que ahora tratan de identificar como maltratadores.

Los que propugnan estas normativas de tan demagógico calado popular son incapaces de completar su imposición con una receta que ayude a saber qué hacer con esos animales nacidos en comunidades circenses cuya finalidad aspiran a mutilar. ¿Los van a reenviar a la selva para que mueran devorados a las primeras cambio por los salvajes que se desenvuelven en su hábitat natural? ¿Acaso crearán centros de acogida de animales salvajes en paro?

A los que nos gritan a la entrada de las plazas de toros asesinos se les puede espetar de exterminadores. Diciendo defender al toro pretenden acabar con el toro como afirmando defender a los animales que se exhiben en los circos lo que consiguen es que terminen metafóricamente gaseados como las palomas de Barcelona, esa ciudad declarada anitaurina primero y amiga de los animales después. Su alcaldesa Colau defiende la libertad de expresión para los titiriteros cuestionados en Madrid pero impide la exposición en las calles de un cartel con la figura de Morante.¿Amigos de todos los animales o sólo de aquellos que ofrecen determinados servicios? Prohíben las fotos de toreros pero no tienen cojones de proponer para sanción a Madonna por salir al escenario barcelonés haciendo apología del toreo. Los mismos cojones de los que carecen cuando los musulmanes celebran la fiesta del cordero. Llegado ese tiempo los amigos de los animales se esconden no vaya a ser alguno de ellos el sacrificado en nombre de Alá. En ese tiempo los animalistas asumen el silencio de los corderos.

No digo, porque lo desconozco, que existan circos de poca monta donde se maltrate a animales. Lo injusto es meter a todos en el mismo paquete prohibicionista sin profundizar en una legislación ya existente que controla el modo de vida de los animales en cautividad. Curiosamente la vida que reclaman para esos leones, tigres o elefantes de pista es la que disfruta el toro de lidia con el que quieren acabar. Libertad, cuidados y amplias extensiones junto a los de su especie. Ese es el auténtico bienestar animal. Son tantas las contradicciones de estos animalistas de folleto que si los animales pudieran hablar cambiarían de abogados.

Semanas atrás vimos cómo las Cortes tenían bastante de circo con distintos numeritos más propios de un programa de José Luis Moreno. Sólo faltó un desfile de lencería.

Daoíz y Velarde, los leones de las Cortes nacidos de la fundición de los cañones enemigos en la guerra de África, se temen lo peor ¿No habían dicho que quedan prohibidos los espectáculos con animales? En el edificio de la Carrera de San Jerónimo hay dos, por lo menos.

| Federico Arnás

Artículo cedido por la revista 6Toros6

Había una vez…un circo