viernes. 26.04.2024

En 1978, la Reserva Federal de Kansas City (Missouri) comenzó a organizar una reunión anual de académicos. En un inicio, era un acontecimiento de perfil bajo que se celebraba en diferentes localidades. Para darle más importancia, los entonces dirigentes del organismo resolvieron que debían invitar a la segunda persona más importante del mundo: el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Paul Volcker.

Sabían que este banquero de dos metros era muy aficionado a la pesca con mosca y comenzaron a buscar el enclave idóneo para ello. «Necesitamos un lugar para nuestro simposio en el que la gente pueda ir a pescar truchas», le comentaron a un contacto. Cuando esta misma persona conoció la fecha, contestó: «Bueno, si pensáis celebrarlo en agosto, en Colorado no se pueden pescar truchas, porque hace demasiado calor. ¿Podéis ir a Wyoming?».

Así relata el escritor y columnista del Washington Post, Neil Irwin, en su libro Los Alquimistas cómo se fraguó la elección de la que hoy es una de las más importantes citas económicas del año.

Irwin también recuerda en sus textos que Jackson Hole (Wyoming) fue el lugar en el que se dio el primer aviso de las sucesivas crisis que se han vivido en los últimos años. Fue Raghuram Rajan, hoy gobernador del Banco Central de la India y entonces economista jefe del FMI, quien avisó en 2005 de que los banqueros recibían grandes primas por ganar dinero a corto plazo -con productos como las hipotecas subprime- sin atender a la mala gestión que estaban haciendo a largo.

Tan solo dos años después, y con las primeras turbulencias instaladas ya en los mercados, el entonces presidente de la Fed, Ben Bernanke, decidió acudir a Jackson Hole. Lo hizo para tratar de dar una apariencia de normalidad a los inversores, pero eso no quería decir que fuera a sucumbir a los problemas de comunicación que plantea la zona: en la segunda planta de su hotel instaló una sala con líneas seguras, conexiones a internet y terminales de Bloomberg. Desde allí, asistió a las decisiones de Jean-Claude Trichet y el Banco Central Europeo (BCE), que tres semanas antes habían intervenido en las crisis de BNP Paribas.

Este año, el tema, Reevaluando la dinámica del mercado de trabajo, no puede ser de más interés para nosotros. Ya era hora de que la realidad del empleo ocupara el titular que tenían las finanzas; no en vano, la organización de Jackson Hole tiene a gala que la reunión no sea un escaparate -como ocurre en Davos- y se trabaje con seriedad y profundidad. En el anuncio del encuentro, se remarca que se hace en un parque nacional sin ningún tipo de lujos, y donde todos los asistentes, incluida la prensa, tienen que pagar una cantidad de mil dólares, que ya es algo, aunque ni de lejos la cantidad exorbitante que cuesta participar en Davos.

De la reunión podemos sacar conclusiones. Viendo las presentaciones de Jackson Hole, los responsables de la política económica española pueden sacar dos lecciones. Una, que la política monetaria puede arreglar en parte el problema de la deuda pública, favorecer a los hipotecados y apoyar a los bancos, pero es limitada incluso para crear crédito. Una cosa es llevar el caballo al agua -decía Milton Friedman-, y otra conseguir que beba. Y una segunda, que la política de empleo, como se ha visto en Jackson Hole, es demasiado importante para hacerla descansar solo en los mercados financieros, o dejarla al azar del propio mercado de trabajo, con todas las reformas que se hagan en el mismo.

El primero se refirió a su mandato y situó la preocupación por la deflación en un plano de gravedad que hasta ahora no se había mostrado. De hecho, apeló de forma extraordinaria a combinar dos grandes medidas para relanzar la recuperación económica en el área del euro: ampliar las acciones extraordinarias de política monetaria y coordinar las políticas fiscales. Respecto a lo que queda dentro de su capacidad, se avanzó que el estímulo programado del crédito mediante los TLTRO desde septiembre podría verse complementado con compras de activos. En relación con las políticas fiscales, Draghi cambió las tornas con una petición dura a los Gobiernos europeos para realizar una de las pocas acciones fiscales que es compatible con la austeridad: la coordinación de acciones de estímulo, tanto de demanda como de oferta.

El segundo nivel del discurso de Draghi fue el más técnico, pero igualmente crudo. Se trataba de la situación del mercado de trabajo en la eurozona. El desempleo se presentó como un problema extraordinariamente desigual a lo largo de la geografía europea, achacable tanto a factores cíclicos como estructurales y en el que España aparecía como una de las realidades más preocupantes, a pesar incluso de los esfuerzos realizados, lo que supone una apelación a mayores reformas. De forma general, lo que Europa se está jugando es si entrar en una tercera recesión —la dimisión en bloque del Gobierno francés ayer confirma esta encrucijada— con la que se encontraría con la deflación absolutamente de cara y aunque el BCE actúe, las reformas pueden ser el único puntal de crecimiento a largo plazo.

gonzalo septiembrePermítame el amable lector que lo conduzca por unos instantes al evangelio de Lucas capítulo 3 y versículos 1 y 2. Aparte de por razones historiográficas, Lucas describe el panorama del poder en un momento concreto por causas fundamentalmente espirituales. En la cúspide estaba Tiberio. Era un viejo decrépito, pero, sobre todo, moralmente corrupto. A esas alturas, las mujeres – y los hombres – le atraían ya tan poco que se había pasado a la paidofilia y tenía un grupo de niños de los que abusaba sexualmente y a los que denominaba sus “pececitos”. Su delegado en Tierra santa no era mejor. Se llamaba Pilato y era conocido por considerar que la única política realista era el terror inesperado. “Un palo cuando menos se lo imaginan” podía ser el lema de gobierno de Pilato. Quizá hoy otros dirían “un palo al bolsillo del contribuyente siempre que se pueda que para eso están las cuentas en Andorra”, pero el panorama no es para lanzar cohetes. Para colmo, a un nivel inferior, en el plano local, la visión era peor si cabía. En la época de Herodes, Roma era consciente de que en el poder estaba alguien desalmado, pero, al menos, listo. A la muerte de Herodes, no quedó más remedio que dividir el reino en pedazos porque los hijos del finado no solo eran tan malos como su padre sino que además eran unos inútiles. Con ese panorama, había que ser muy malos o muy estúpidos como para pensar que de semejante engranaje podía esperarse algo bueno.

Pero Lucas deja para el final a las autoridades religiosas. Era una casta corrupta, codiciosa y soberbia cuyos máximos representantes se llamaban Anás y Caifás. Al templo iba gente decente, pero la casta sacerdotal dejaba mucho, pero mucho que desear. Me da lo mismo si en los paralelos, el lector los identifica con la Conferencia Episcopal o con la FEREDE. De lo que no cabe la menor duda es de que Lucas no esperaba tampoco nada bueno de gente que había convertido la religión en su profesión, que intentaba monopolizar a Dios y que temía cualquier anuncio profético como a un nublado por si turbaba el plácido disfrute de su chiringuito. Ese era el panorama y entonces es cuando Lucas señala que, precisamente en ese contexto, Dios levantó a Juan el Bautista para que pronunciara un mensaje sencillo, pero contundente: “Convertíos porque el Reino de Dios se acerca”.

“No esperéis nada de Tiberio, de Pilato, de los sucesores de Herodes y menos si cabe de Anás y Caifás. Volveos a Dios en conversión porque su Reino se acerca y como siempre que ese Reino se acerca vendrá con bendición si hay conversión o con juicio en el supuesto contrario”.

Os dejo una foto con Jeff Turner, gurú de Facebook y amigo personal, en una reunión en USA.

Gonzalo García Vázquez

JACKSON HOLE