sábado. 27.04.2024

Perder a un/a hijo/a es una de las emociones negativas más fuertes a las que puede enfrentarse una persona.

Desde que nacemos, nuestra vida transcurre entre múltiples celebraciones (cumpleaños, fiestas, aniversarios) y aprendemos la importancia que estas tienen a lo largo de nuestra existencia.

Sin embargo, nadie nos prepara para la muerte, nadie nos habla de cómo debemos afrontarla, se transforma en un tema tabú del que nadie nos habla ni del que nadie quiere hablar. Cierto es que nuestra sociedad no está preparada para la muerte, a pesar de ser un acontecimiento con el que debemos convivir constantemente.

Cualquier muerte nos afecta de alguna manera y reaccionamos de diferentes formas, pero nada es comparable al dolor que experimentan unos padres ante la pérdida de un/a hijo/a.

El proceso para superarlo será complicado y requerirá el apoyo de toda la familia y en ocasiones de una atención profesional.

Cuando muere un/a hijo/a aparecen una multitud de sentimientos como la ira, la tristeza intensa, la sensación de culpabilidad, la incredulidad, la sensación que el mundo se viene encima, que nada tiene sentido, etc.

Como padres tenemos intrínseca la misión de proteger a nuestros/as hijos/as y su muerte nos produce una tremenda sensación de culpabilidad por no haber podido hacer algo para impedirlo.

Esta primera fase del duelo será común a todas las personas y la intensidad de las emociones dependerá de diferentes factores personales. Se han descrito varias fases por las que atravesamos cuando nos enfrentamos a la muerte, denominadas fases del proceso del duelo.

¿Cuánto tiempo durará este proceso? El duelo dura mucho más de lo que se piensa, a pesar que existe la creencia errónea de que pasado el primer año ya tenemos que estar bien.

Además los familiares y amigos suelen tener prisa por vernos recuperados.

Cada duelo, como cada persona será distinto y por lo tanto, no son comparables.

Aunque haya cosas comunes por las que tenemos que pasar todos, el duelo exige al final una respuesta personal.

Cuando estás inmerso en el dolor del duelo te parece que nunca vas a poder salir de ahí, porque lo único que quieres es recuperar a tu hijo/a y, al mismo tiempo, sabes que nunca lo/a vas a recuperar...

Pero todo lo que comienza tiene un final y de la misma manera que comenzó un día tendrá también que terminar.

Terminar el duelo no es de ningún modo olvidar, pasar página, abandonar a tu hijo/a (este suele ser el gran temor de los padres en duelo) . Terminar es darle un lugar en lo más íntimo de nosotros, un lugar donde la muerte no puede llegar, donde podremos seguir queriéndolo siempre, donde el amor que nos dio permanecerá intacto y que nos permita abrirnos de nuevo a la vida que sigue.

¿Qué podemos hacer para superar el duelo? Permitir que las emociones y sentimientos se expresen sin reprimirlos (si se tiene ganas de llorar hacerlo abiertamente y no reprimir este sentimiento). Si en ese momento había decisiones importantes pendientes de tomar, sería buena idea aplazarlas en la medida de lo posible hasta que se sientan con la suficiente capacidad para tomarlas adecuadamente.

Intentar que nadie presione o fuerce a tomar decisiones sobre las pertenencias de los/as hijos/as, la habitación, ropa, juguetes, etc.

Los familiares prestarán un mejor servicio dando apoyo emocional y respaldo que intentando ocupar el lugar de los padres, aunque sea con la mejor intención, ya que la elaboración de todo el proceso de duelo debe ser experimentada por ellos mismos.

La pareja debe intentar mantener una buena comunicación, tanto entre ellos, por ejemplo hablando acerca de su hijo, de lo que sienten cada uno por separado, como también a la hora de hablar con los demás, tanto médicos, como familiares o amigos.

Ciertamente, es casi imposible que unos padres puedan superar la muerte de su hijo/a, ya que el dolor jamás desaparece del todo. Lo que sí puede hacerse es intentar sobrellevar esos sentimientos de la mejor forma posible, aprendiendo o desarrollando las habilidades y estrategias necesarias para que, junto con el paso del tiempo, puedan seguir con su vida de la forma más positiva posible.

El dolor y la tristeza acabarán por disminuir y los sentimientos de culpa desaparecerán, permitiendo que un cierto propósito de vida que aparentemente había sido eliminado vuelva a aparecer poco a poco.

A veces, el dolor, la tristeza y la sensación de culpa son tan intensos y permanecen tanto tiempo en su vida que la misma cambia por completo, convirtiéndose lo que debía ser un duelo normal en algo patológico que necesita de la ayuda de un profesional.

Juan Carlos Alcántara Amigo.

Psicólogo.

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PÉRDIDA DE UN HIJO/A