viernes. 19.04.2024

Escribo esta carta desde Fresnedelo, un pequeño pueblo del municipio de Peranzanes (León).

Quiero con ello trasladar mi rabia y creo que la de todos mis vecinos, así como la de muchos descendientes, por el abandono al que nos sometieron.

El pasado 12 de Septiembre, se produjo un tremendo incendio, que comenzó en Bárcena de la Abadía (Fabero), y comenzó a propagarse hacia el norte, llegando a San Pedro de Paradela, todavía en el municipio faberense, y a Fresnedelo. Otro de los ramales del fuego se dirigió hacia Anllarinos, en Páramo del Sil.

En torno a las 15:30 desde Fresnedelo (que se encuentra a unos 1.000 metros de altitud), se empezó a divisar algo de humo. Cada minuto que pasaba, esa nube de humo se volvía más y más densa y voluminosa.

De repente, y como si se tratase de una película de terror, comenzamos a ver llamas en los altos del pueblo, las cuales crecían y se acercaban a una velocidad inusitada.

En ese momento estábamos en el pueblo 15 personas, de las cuales ocho son de avanzada edad e incluso alguna de movilidad reducida. Gracias a Dios, el día anterior los cinco niños que habían pasado parte del verano en el pueblo se habían ido ya que iban a comenzar el curso escolar.

Quisimos pedir ayuda pero fue imposible. Ya no teníamos línea de teléfono y la cobertura móvil es escasa.

En poco tiempo nos vimos completamente rodeados de llamas, y la única salida del pueblo, la única carretera que lleva a San Pedro de Paradela, y de ahí a Fabero, parecía una autentica boca del infierno, totalmente envuelta en llamas y humo.

Los siete que podíamos hacer algo fuimos hacia la iglesia. El fuego se metía en el pueblo, y esperábamos que vinieran a socorrernos. Pobres ilusos.

Sonaron sirenas, pero no eran los bomberos, o medios aéreos. Era un coche de la Guardia Civil. Dos agentes del SEPRONA, Miguel y Raúl llegaron y gracias a ellos supimos que la ayuda de los medios de extinción no iba a llegar. Nos dijeron que teníamos que salir del pueblo. Nadie iba a venir, el acceso era peligroso y no dejaban pasar a ningún vehículo. Con palabras no muy agradables me dirigí a ellos, y les pido perdón, pero irme era perder casi cincuenta años de mi vida. Y ninguno de los que allí estábamos dudó por un momento: ¡nos quedamos a defender nuestro pueblo! Y estos agentes, Miguel y Raúl, decidieron quedarse a nuestro lado. Un millón de gracias, por vuestra valentía. Si ellos no hubiesen llegado en ese momento para abrirnos los ojos, seguiríamos esperando la ayuda que nunca vino y nuestro pueblo hoy sólo sería un recuerdo.

Queremos agradecer a Vicente, Chus y  José (miembros de la Corporación municipal) que nos proveyesen de mangueras, porque hasta de eso carecíamos. Nos dieron más seguridad y más medios, porque nuestras armas para combatir el fuego eran de lo más rudimentarias.

Eran casi las siete de la tarde cuando habíamos conseguido librar el pueblo, pero ningún medio de extinción aparecía. El fuego devastaba nuestro monte, y eso es duro de ver, pero aún tenemos un hogar desde el que ver el paisaje desolador que nos han dejado.

Quiero dar mi apoyo a todas esas personas que día a día luchan contra estas catástrofes...héroes durante un día, olvidados al día siguiente.

Condenamos a quien provocó todo esto, y a los que nos han abandonado, a los que deciden, tras una mesa, a donde ir y a donde no porque jugaron con nuestras vidas y nuestras casas.

Nuestra solidaridad con los vecinos de San Pedro de Paradela, a los que esta negligencia ha costado pérdidas materiales.

Todos los pueblos tenemos el mismo derecho: el derecho a vivir. A que nos doten de medios para defendernos, a ser auxiliados cuando lo necesitamos, a que nos dejen conservar el legado de nuestros antepasados. Pero se ve que, en ese momento, Fresnedelo no tenía ese derecho. Todo el despliegue de medios que hubo,¡¡ y aquí no llegó nadie!!

Que asuman su responsabilidad los  culpables. Por su negligencia y descoordinación. Y por su falta de respeto hacia nosotros.

Nos cuesta asumir que hemos sido fruto del abandono y  del olvido de aquellos que han sido elegidos para defendernos.

Gracias a su gente y a dos guardias del SEPRONA del  Cuartel de Villablino, que por su propia voluntad fueron allí, Fresnedelo hoy ¡VIVE!

Diego García Ramón

Queja desde Fresnedelo.