viernes. 29.03.2024

El 28 de junio el español medio celebró el día de la liberación fiscal. Desde el 1 de enero todo su esfuerzo fue a parar al Estado: 102 días de trabajo para las cotizaciones sociales, 36 para el IRPF, 25 para el IVA, 11 para impuestos especiales y 5 más para otros tributos estatales, autonómicos y locales.

Para algunos esta situación no dista de la semi esclavitud. Se podría contra argumentar que ese esfuerzo no es baldío, que a cambio se reciben una serie de servicios públicos. Pero también el esclavo recibía del amo sustento, manutención y seguridad. Y es que la cuestión no es lo que se recibe a cambio, sino la servidumbre que implica.

Una servidumbre fiscal, la que padecemos bien entrado el s. XXI, que ofrece elementos comunes con la esclavitud de siglos anteriores:

• No poder abandonar la tierra sin comprar la libertad. Cristóbal Montoro, Ministro de Hacienda, pretende levantar un muro de Berlín y perseguir a los emigrados fiscales.

• Muchos esclavistas, sobre todo en la ciudad, cambiaron el régimen de trabajo forzoso por el de participación en las ganancias del esclavo (y seguro que a una mayoría le pareció un gran negocio).

En cualquier caso, los servicios que recibimos a cambio de ese trabajo forzoso son caros y de una calidad muy cuestionable. No hay más que pensar en las pensiones, la educación o la sanidad públicas, apartados principales sufragados por nuestros esfuerzos, y comparar esos servicios con las alternativas que ofrece el mercado libre (que serían todavía más ventajosas en un entorno donde no existiera la competencia desleal de los servicios públicos).

No obstante, examinar esta cuestión como un calendario presenta el inconveniente de ofrecer una visión muy estática de la realidad. El problema no es solo que nos confisquen la mitad de lo que producimos, sino la riqueza que se deja de generar y el empleo que se pierde por el coste que suponen los impuestos, que hace que en muchas ocasiones no compense emprender un proyecto o, incluso, que no merezca la pena trabajar (si tenemos en cuenta, en el caso del trabajo, elementos como la progresividad fiscal o los subsidios a los que habría que renunciar).

Pero el asunto es todavía más grave. No es que la mitad de nuestros esfuerzos vaya a parar al Estado y al menos seamos libres para decidir qué hacer con la otra mitad. No, ni mucho menos: durante todo el año, por seguir con esta terminología, nos vemos atrapados en la red de regulaciones e intervencionismos de las administraciones públicas, que al año perpetran un millón de páginas en sus distintos boletines oficiales, al que hay que sumar las 100.000 normas con las que Unión Europea nos atosiga.

Además, nos encontramos con que el sostenimiento de este sistema servil requiere de una pérdida de libertades personales como la privacidad, la presunción de inocencia, etc. Así, poco tiene que envidiar la Agencia Tributaria a la Inquisición…

En definitiva, nuestro amo se queda con la mitad de nuestras rentas, desincentiva el surgimiento de planes empresariales, dificulta la creación de empleo, nos marca qué podemos hacer y qué no con las migajas que nos quedan y conculca derechos personales. Y todo ello ante la aquiescencia generalizada.

Si, totalmente de acuerdo. Es necesario pagar impuestos de la misma manera que tengo que contribuir a mantener los gastos de una comunidad de vecinos pero no para uso y disfrute de un Estado despilfarrador y que nos indica en cada momento lo que está bien y lo que está mal sin respetar los criterios personales de cada uno en esa moral de lo políticamente correcto. Pero si tengo que elegir un impuesto antipático me quedo con el de Sucesiones y Donaciones. El fruto del esfuerzo de toda una vida aprovechado por la Hacienda cuando se produce un fallecimiento es el expolio del muerto esa persona que pagaba sus impuestos anuales hasta el 28 de junio y ahora llega el Estado para reclamar su bocado y no respetar su última voluntad.

Tengo un buen amigo que se dedica a esto “de lo tributario” desde ya hace dos décadas y media y, pese a que la memoria no es su fuerte, me comenta, que cuando mira hacia atrás encuentra varios asuntos que, aunque variopintos, tienen un común hilo conductor. Sin ánimo de ser exhaustivo, enumero algunos de ellos:

-. El Tribunal Constitucional (TC) “tumba” el IRPF.

-. Se declara inconstitucional la Disposición Adicional Cuarta de la “denominada” Ley de tasas.

-. El TC considera inconstitucional el recurso cameral permanente (la “exacción parafiscal” que nutría de ingresos a las Cámaras de Comercio).

-. El conocido como “gravamen complementario” de la tasa del juego vulnera la Constitución (el Tribunal Constitucional “dixit”).

-. El Tribunal de Luxemburgo (TJUE) declara contrarias a las disposiciones comunitarias las previsiones españolas sobre la deducción del IVA soportado previo al inicio de actividad.

-. El TJUE enmienda la plana a España sobre el régimen de las subvenciones en el IVA y su impacto sobre el IVA deducible.

-. El TJUE “tumba” el conocido como “céntimo sanitario”(IVMDH).

-. La UE “pone la proa” -nunca mejor dicho- al régimen del “tax-lease” español.

-. El TJUE recrimina a España por su tratamiento a los no residentes en el Impuesto sobre Sucesiones.

-. La Comisión Europea mira con lupa el tratamiento fiscal del fondo de comercio en el Impuesto sobre Sociedades español.

aligator-. La UE cuestiona la ortodoxia comunitaria del artículo 108 LMV.

-. El TC declara la inconstitucionalidad y nulidad del “arbitrio municipal de plusvalía” (IIVTNU).

-. El TC declarara la inconstitucionalidad y nulidad de la “amnistía fiscal” de Montoro.

Vista la variedad de asuntos, parece lógico preguntarse: ¿qué tienen en común, amén de que suponen un grave varapalo al Legislativo/Ejecutivo?

Pues que en todos ellos su resultado final fue el mismo: ¡NADA!

Nada le ocurrió, ya no en términos de responsabilidad personal (hoy por hoy, impensable), si no -y esto es lo más grave- en lo que a la asunción de coste político se refiere, a ninguno de sus autores directos. ¡Nada! Es más, en la mayoría de los casos, la factura de esos graves “lapsus” de nuestros mandatarios la pagó, como si de una broma pesada se tratara, el propio contribuyente, ese “paladín incauto que siempre está ahí para socorrer con lo que no tiene a quien no se lo merece y jamás arrimó el hombro” (Lorenzo Silva dixit).

Amados lectores, en este año 2018 que comienza, deseo que podáis ser liberados de todas las cosas y situaciones que os oprimen, esclavizan y os impiden tener gozo y paz; y para ello os sigo presentando a Jesús de Nazareth como el único libertador de nuestras almas, que dio un mensaje que quedo recogido en el Nuevo Testamento y que nos dijo cosas como: "Yo soy el camino, la verdad y la vida, y nadie viene al Padre sino es por mi"; "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre"; "El Padre y Yo somos uno"; “ El que cree en mi, tiene vida eterna”.

Sabemos que "Por las llagas de Cristo, fuimos nosotros sanados".

El es nuestra esperanza en este mundo incierto y relativista, que sólo ve lo cortoplacista y material.

Os dejo una foto con un aligátor de los pantanos de Orlando-Miami en USA.

Feliz y próspero 2018.

| Gonzalo García Vázquez

Experto financiero & Inmobiliario

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LIBERACIÓN FISCAL Y MORAL EN 2018