viernes. 26.04.2024

Estar en el mundo, en ocasiones, se torna difícil, muy difícil. Hay momentos vitales, situaciones de crisis, pérdidas dolorosas, que nos sumen en una pena tan honda, que nos hacen portar un peso tan grande, que creemos que nos hundimos, que por mucho que nademos y luchemos la impresión es que no hay luz al final de este túnel.

No nos miramos a la cara, no nos saludamos, no hablamos con la persona que tenemos sentada al lado. Perdemos contacto, y el contacto es indispensable para una de las cosas que nos hacen más humanos: sentir.

Aprendemos a multiplicar, conocemos las capitales de la geografía mundial, sabemos de aurículas y ventrículos, pero desgraciadamente en nuestra vida no nos enseñan como sumar y restar en las relaciones humanas, no conocemos dónde se encuentran las emociones en nuestro cuerpo y nuestra mente, no sabemos entender a nuestro corazón, ni como arroparlo o abrazarlo.

No nos enseñan sobre vivir. Y es lo que hacemos desde el primer hasta el último segundo de nuestra vida.

Vivir, sentirse vivos en esa vida, dar calidad y calidez, ser parte de nuestra vida y de otras, hacernos cargo de vidas y necesitar que se hagan cargo de la nuestra.

Las experiencias acumuladas son las que nos marcan el camino para tomar decisiones presentes o futuras, nos ayudan y nos orientan en el mejor de los casos, pero también pueden hacer que nos invadan miedos, que nos generen malestar precisamente por que activan una señal de alerta ante situaciones parecidas en nuestra vida que nos recuerdan situaciones dolorosas pasadas.

Es fácil quedarse anclados por situaciones dolorosas, porque es lo que ha sucedido en nuestra vida y es lo que nos ha marcado, y nos encontramos y creemos encontrarnos solos, y el desconocimiento, la falta de orientación nos lleva simplemente a sobrevivir en detrimento del vivir.

En el tipo de sociedad y cultura en la que vivimos se premia y se ensalza el “yo me lo guiso, yo me lo como”, lo que lleva a identificar el éxito como un lugar al que se ha de llegar solo y en soledad, no se admite el no saber, el necesitar, el precisar ayuda.

Somos una especie que ha evolucionado en sociedad, en el nexo entre unos y otros ha estado nuestra fortaleza y desarrollo de capacidades y sin embargo, actualmente, es sancionado y se hace ver como vergonzante el que podamos necesitar la ayuda del otro, el que podamos decir “no lo sé”, el que podamos tropezar y equivocarnos.

De ahí que tomemos las correcciones, las indicaciones, las orientaciones sobre cómo poder hacerlo bien, sobre como mejorar, como un ataque a nuestra persona. No toleramos que nos digan que nos hemos equivocado, que hemos cometido un error. Y el que las contestaciones ante eso que nos puede hacer mejorar sean desde la ofensa y la rabia hace que cada vez más dejemos de decir, de hacer por el otro, de preguntar si necesita ayuda, porque tememos una reacción inadecuada.

No nos permitimos pedir ayuda y no nos permitimos darla. Acentuamos esa realidad solitaria en la que vivimos, vamos evolucionando de animales sociales a animales antisociales.

No nos miramos a la cara, no nos saludamos, no hablamos con la persona que tenemos sentada al lado. Perdemos contacto, y el contacto es indispensable para una de las cosas que nos hacen más humanos: sentir.

Sin sentir, sin sentimientos que me produzca el contacto, el calor del otro, la amabilidad, la cercanía, nos volvemos fríos, insensibles, menos comunicación hacia fuera implica menos comunicación hacia dentro, con uno mismo.

La capacidad de amar y de ser amado se construyó sobre la capacidad para estar y ser con el otro y por lo tanto con uno mismo.

Sobre vivir es donde deberíamos poner el foco, sobre como volver a sentir, a sensibilizarnos, a estar con los otros, a abrirnos y superar nuestros miedos, a no castigarnos, a no culpabilizarnos, sobrevivir a este momento para poder llegar a vivir.

¿Pensaste que me

desvanecería?

¿Pensaste que abandonaría y moriría?

Pues no, yo no.

Sobreviviré.

Mientras sepa cómo amar, sé que estaré viva.

Tengo toda mi vida para vivir.

Tengo todo mi amor

para dar.

Sobreviviré.

Sobreviviré.

I WILL SURVIVE/

Gloria Gaynor.

Pablo Fernández Díaz.

Psicólogo/Psicoterapeuta Humanista

Centro Kokoro Psicología y Mediación.

T. 677 57 59 34

www.kokoropsicologia.com

Sobre Vivir