Festival Internacional del Mundo Celta de Ortigueira

Festival Internacional del Mundo Celta de Ortigueira Como cada año, coincidiendo con el segundo fin de semana de julio y...

 

 Festival Internacional del Mundo Celta de Ortigueira


Manuel Cuenya


Como cada año, coincidiendo con el segundo fin de semana de julio -y desde hace ya varios- se celebra el Festival de Ortigueira, que este 2011 comenzó el día 7 y se prolongó hasta el 10. Una buena ocasión, sobre todo para quienes amamos la música y vivimos en la provincia interior (o el interior de la provincia), para salir en busca de estimulación y bellos paisajes. El mes de julio suele ser época de sofoquinas, incluso en el Bierzo, luego no hay nada mejor que viajar para reencontrarse con la brisa marina, el viento fresco, la música y el marisco. “Comunismo y marisco para todos”, cantaba el gurú gallego Antón Reixa. Por lo demás, siempre llueve en Ortigueira, incluso en verano, y este año no fue diferente.


Como si de una prolongación natural del Bierzo se tratara, Galicia, esa tierra amorosada donde suenan las gaitas bajo un cielo casi siempre gris y la lluvia acaba siendo arte, se convierte en el sitio perfecto para darle al baile y a la farra. Habida cuenta de que ésta es época de fiestas, festivales y dances varios, aquí y allá, resulta harto placentero enrolarse en la aventura musical de Ortigueira, ese festival, ya legendario y familiar, que desde el año de 1978 nos ofrece la posibilidad de ver y escuchar, de un modo gratuito, a aquellas bandas musicales que nos han hecho soñar despiertos al amor de la radio y los discos. Conviene destacar, no obstante, que el Festival sufrió una interrupción desde el 1988 hasta el 1994. Después de este parón retomó el pulso, y en el 2003 se le otorgó el reconocimiento de Interés Turístico Nacional, logrando el de Interés Turístico Internacional en 2005.


Recuerdo algún año especial, en el que tocaron, entre otros los escoceses Phil Cunningham (un tipo cachondo y virtuoso del acordeón) y Aly Bain (un maestro del violín) que nos hicieron vibrar de emoción; los irlandeses Lúnasa y aun espectaculares bandas: la escocesa Johnstone Pipe Band y la bretona Bagad Kemper, compuesta ésta última por cuarenta músicos divididos en tres grupos: gaitas, bombardas y percusiones.

Confieso mi devoción por el acordeón, un instrumento bien festivo, que da mucho juego en las romerías de los pueblos. En realidad, no hace falta más que un acordeonista para amenizar una verbena popular.


También guardo gratos recuerdos de bandas y músicos gallegos como Budiño, Carlos Núñez, Susana Seivane, Milladoiro o Leilía, los rumanos Taraf de Haïdouks, los estadounidenses Béla Fleck & The Flecktones, los canadienses La Bottine Souriante, los clásicos The Chieftains, los húngaros Marta Sebestyen y Muzikas (acompañados por el magistral Alexander Belenescu, músico asimismo de la Michael Nyman Band), los escoceses Capercaillie y Wolfstone, los suecos Hedningarna, los Gaiteros de Lisboa, el vasco Kepa Junquera, el francés Alan Stivell  o los siempre geniales Kroke: grupo polaco cuyos conciertos suelen provocar espasmos corporales y espirituales, pues su música es una mezcla explosiva de jazz, ritmos turcos, música zíngara y klezmer como base de sus composiciones, lo que nos ayuda a levitar cual si fuéramos derviches girando en el espacio intergaláctico. Recomiendo, para quien esté verdaderamente interesado en el tema, que visite al web del Festival: www.festivaldeortigueira.com


Durante la pasada edición tuvimos la ocasión de ver, de nuevo, a la espléndida gaitera Cristina Pato, a los Gaelic Storm, Shooglenifty y a los Oysterband, entre otros.  Y esta edición 2011 la banda estrella, al menos para uno, fue Luar na Lubre, que en su día fueron teloneros del mítico Mike Oldfield. Y además estuvieron los estadounidenses The Elders y los británicos The Urban Folk Quartet, entre otros.


Ortigueira es un pueblo apacible, fresco y portuario que, llegado el llamado Festival Internacional de Música Celta, se transforma en un gran escenario al que se suben algunos de los mejores músicos del mundo, al menos en su estilo, y un lugar atestado de gente dispuesta a tragarse y beberse lo que se le ponga por bandera. Música, puestos callejeros de artesanías, tenderetes improvisados de comida y bebida, chicas ofreciendo cervezas frescas entre la muchedumbre, tipos, con la botella de calimocho a cuestas, dispuestos, en algún momento de la velada, a duchar a los asistentes, recuas cargadas de comida y sobre todo bebida hasta los topes, supermercados que casi no dan abasto ante la avalancha de gentío (se ha superado la cifra de las cien mil personas) y sobre todo ambiente festivo, con ganas de marcha hasta las tantas de la madrugada durante un largo y sustancioso fin de semana. Nos vemos el próximo año en Ortigueira.