sábado. 20.04.2024

 

Ouarzazate, situada a unos 200 kilómetros de Marrakech, sobre un altiplano desértico, en el Marruecos meridional, es una ciudad de cine, además del punto de partida para recorrer los valles y oasis del Drâa y el Dadès, las kasbahs y el Sáhara. 

combinado ouarzazate

La ruta desde Marrakech hasta Ouarzazate, atravesando las altas montañas del Atlas, es impresionante, sobre todo en invierno, con la nieve como telón de fondo en las cumbres. Y más cuando se hace en taxi compartido, que es como una lata de sardinas, donde van seis personas, además del conductor, o bien en un autobús popular, que suele ir abarrotado hasta los topes, por una carretera tan estrecha y retorcida, que en ocasiones parece que un vehículo se fuera a zampar al de enfrente o bien se desplomara por un terraplén. Una experiencia que uno no debe perderse. También se puede viajar al aeropuerto internacional de esta ciudad, lo cual resta encanto al viaje, aunque lo haga más confortable. Y el viajero debe serlo en todo momento.

Ouarzazate es una ciudad joven, fundada en 1928 durante el protectorado francés, y estratégica, pues separa el Alto Atlas del desierto.

En los últimos años, gracias al turismo y al cine, ha crecido muchísimo. En poco tiempo se ha convertido en una ciudad de grandes y lujosos hoteles, como el Ibis Moussafir, el Kenzi Azghor, el New Bèlère, o el Berbere Palace,  una ciudad tranquila, sin ruido (war- zazat), como su propio nombre bereber indica, con un clima agradable, salvo en los meses de julio y agosto, que supera los cuarenta grados de temperatura, donde uno puede descansar y disfrutar de veladas bajo cielos estrellados, esos cielos mágicos y protectores, al amor de un té a la menta, en compañía de algunos tuaregs, como es el caso de Ahmed, un chaval simpático y sonriente, con excelente sentido del humor, que habla como un sabio y parece vivir feliz nomadeando entre Ouarzazate y M’hamid, donde se encuentra el primer oleaje de grandes dunas.

Ahmed, que es el encargado de la Caravana Mille Étoiles, hace algunas reflexiones dignas de un poeta que ha vivido con intensidad y ha probado la realidad en toda su esencia: “El mar es para limpiar el alma, la montaña para vaciar el espíritu y el desierto para encontrar el alma”. No se puede ser más lírico. Ahmed se siente orgulloso de su forma de vida y disfruta mostrándole al viajero un reportaje que le hizo el periódico francés Libération hace algún tiempo. En cualquier caso, a uno le entusiasma ese modo de vida errante, viajero, nómada, cuya única preocupación es “comer y hacer el amor a menudo”, asegura otro tuareg, vivir sin prisas y sin responsabilidades, con el dinero justo, porque “la prisa –como reza un proverbio marroquí-, mata”.

En nuestro mundo occidentalizado es habitual que el personal muera infartado, con la angustia por montera, y el sentimiento castrador de no lograr lo que se propone. Unos días en esta ciudad, terapéutica, balsámica,  ayudan al viajero a abandonar, aunque sólo sea por momentos, la náusea existencialista, el vivir conforme a horarios establecidos, la rutina homicida. Unos días en este lugar impregnado de paz espiritual y música hecha a base de tan-tan nos devuelve a nuestros orígenes de infancia tranquila, alegre y ensoñadora en la aldea feliz.

Estudios de cine y Monumento al cine y/o la foto

Si llegas de Marrakech por carretera lo primero que encuentras a tu izquierda son los CLA Studios, situados a unos siete kilómetros de Ouarzazate. Y siguiendo la ruta en la misma dirección, a unos cinco kilómetros de la ciudad, están los Atlas Corporation Studios, cuya entrada está custodiada por estatuas de faraones. Resulta sorprendente que haya dos estudios tan cercanos uno de otro.

Según el señor Mrini, responsable del Museo de Ouarzazate, los Estudios CLA se inauguraron en el 2005, gracias al consorcio establecido entre los estudios italianos de Cinecittà, el famoso productor Dino de Laurentiis, y un marroquí, suponemos rico, llamado Saïd Allag. De ahí las siglas, que responden a las iniciales de sus principales socios y/o representantes.

Los Atlas Corporation Studios se inauguraron en 1983 y son como el Hollywood marroquí. Aquí se han rodado grandes películas y superproducciones, entre otras El reino de los cielos y Gladiator de Ridley Scott, Alejandro Magno, Astérix y Obélix de Alain Chabbat, Cleopatra de Frank Roddam o El jardín de Edén. Se puede realizar la visita a estos estudios siempre que no haya ningún rodaje. Lo que uno se encuentra son decorados de varias películas, véase la fachada del templo tibetano que empleó Scorsese para su película Kundun, el mercado de esclavos que Ridley Scott usó en Gladiator o el avión, algo descacharrado, donde se montó Michael Douglas en La Joya del Nilo, de Lewis Teague. Por otra parte, están los decorados de una película remake de Los diez mandamientos con el templo de Cleopatra. Los decorados suelen ser reutilizados, con algunos cambios de color y restauración, en otros filmes.

Todo es de cartón piedra. Pero así es el cine: puro artificio. “Las productoras europeas y americanas  -señala Adil, el guía que se ocupa de enseñarme estos estudios-, vienen a rodar aquí porque resulta barata la mano de obra, que siempre es marroquí, tanto los constructores de decorados como los figurantes”. “Y además –añade- hay espacio y luz adecuada”. Adil es un tipo de trato agradable, buen conversador, que disfruta con su trabajo.

A la entrada de la ciudad, cuando uno llega desde Marrakech, en una rotonda cercana a la Estación de autobuses y taxis, la Gare routière, está el monumento al cine y/o la foto, un globo del que brotan fotogramas en color.  A uno le recuerda el monumento al cine que hay a la entrada de Ponferrada, si uno llega desde León, en la Glorieta del Cine, cercana al Campus. De alguna manera esto podría hermanar a ambas ciudades.

Escenario de cine .

La tradición de gran escenario cinematográfico, del que goza esta ciudad, conocida como la Meca del cine o la Hollywood de África, ha tenido sus frutos con la creación de una Escuela y un Museo de cine. Su diversidad de paisajes, su luz excepcional, que realza los colores, su cielo azul, así como una mano de obra barata y abundante han convertido a Ouarzazate, y sus alrededores, véase el palmeral de Skoura, en un gran plató de cine, donde además se han rodado reportajes, documentales, spots publicitarios y telefilmes.

Los cineastas pioneros fueron los Hermanos Lumière con El caballero marroquí; Sternberg con Marruecos, David Lean con Lawrence de Arabia, y Jacques Becker con Ali Babá y los 40 ladrones. En el año de 2004, en los Studios Kanzaman, el cineasta marroquí Mohamed Asli, en colaboración con la región del Lazio de Italia y la productora marroquí Dagham Film, creó un centro de formación de cine, donde se estudiaban diferentes especialidades. Al parecer este centro tuvo que cerrar sus puertas. El cineasta, formado en Italia, fue el productor de la película Marrakech Express.

En diciembre de 2006, y bajo la dirección del señor Ahmed Ouzdi y la tutela de la OFPPT (Oficina de Formación profesional y de promoción del Trabajo) se inauguró un Institut spécialisé pour les métiers du cinéma, una Escuela para la formación de los oficios que necesita la industria del cine. Y en julio del 2007 se inauguró el Museo del cine, situado enfrente de la alcazaba o Kasbah Taourirt, símbolo de la ciudad, cuya belleza y suntuosidad también puede ofrecer un interesante decorado natural a cualquier cineasta. A Scott le sirvió como escenografía para el rodaje de alguna secuencia de Gladiator.

Manuel Cuenya

Ouarzazate, ciudad de cine. I parte