jueves. 28.03.2024

Ahora que llega el buen tiempo, el desperezar del letargo deja salir una parte de nosotros que ha estado oculta durante todos estos meses de frío, de nuestro yo más profundo quiere salir a la superficie el turista que llevamos dentro, no lo reprimas o terminará sacando lo peor de ti y un buen día te verás llevando sandalias con calcetines (que por cierto, son muy cómodas).

En mis pasadas vacaciones, después de consultar el calendario lunar, conseguí visitar las cataratas de Iguazú con luna llena y el cielo despejado (cosa no muy frecuente por el clima tropical lluvioso), es el colmo del frikismo planificar unas vacaciones basándote en el “plenilunio” pero valió la pena. Nunca había visto la cara de la luna desde aquel lado del planeta, pero me pareció tan radiante y plateada que el mundo parecía haber tenido un punto de inflexión y haber sido creado de nuevo cargado de fantasía y romanticismo.

A unos cuantos metros de las cataratas, el derroche de agua emitía un sonido con una vibración enérgica que parecía impedirte avanzar. Pero al asomarte a esa enorme garganta la fuerza de la gravedad parecía cambiar de repente para intentar atraerte hacia aquel abismo tan bien llamado “La garganta del diablo”. Me sentí el ser más pequeño e insignificante del universo. Templé mis sentidos para intentar empaparme, en el sentido más amplio de la palabra, pues la fuerza del agua generaba grandes nubes de gotas que subían hacia el cielo y caían purificadoras. En un momento de mi vuelta a la realidad desde este estado de disfrute máximo, observé gran cantidad de turistas que intentaban ajustar sus cámaras réflex automáticas con zoom de 10000 aumentos, para intentar capturar esa foto que no era posible porque la cámara tenía que estar protegida con un plástico, porque aquello era como un diluvio y su estado de caos era totalmente opuesto a mi estado de calma y diálogo con la naturaleza.

Lo siento pero no tengo una foto digital para ilustrar este artículo, porque mis fotos son en alta definición, tres dimensiones y siempre me las llevo puestas.

Lo que sí puedo garantizaros es que esa noche la materia de mi cuerpo pasó por distintos estados, fui río que se convierte en catarata, me deslicé hasta el fondo de la garganta, golpeé las rocas para convertirme en miles de gotas que pasaron al aire y terminaron tomando forma humana.

Las fotos que ilustran este reportaje son de Martin Parr, un fotógrafo británico de la agencia Magnum, que se caracteriza por el sentido del humor y la ironía de su mirada sobre el estilo de vida de la gente corriente. Ahora aterriza en España con una exposición en Barcelona (en el CCCB hasta el 21 de octubre) en la que aborda el tema del turismo, el coleccionismo compulsivo y la obsesión de la gente por las fotografías digitales que quedan sepultadas en nuestros discos duros y que nunca más vuelven a salir a la luz, gracias a Dios.

No te lleves la cámara réflex este año en tus vacaciones, si tienes muchas ganas de retratar cómprate una desechable y agudiza tus sentidos porque al final cuando reveles las fotos, te llevarás muchas sorpresas.

Cuando decidí ir por la vida ligera de equipaje no sabía lo mucho que lo agradecería mi espalda y mi mente.

| Sonia Melcón

TURISTADAS