CLASES MEDIAS Y CLASES A MEDIAS

Hace pocos meses se cumplieron 40 años de la muerte del dictador Francisco Franco. En este viaje de la democracia nos han tocado debates de todos los tipos, pero uno muy interesante es sobre el estado de la familia española media. Aquella que pasó hambre durante la posguerra, que se fue asentando después, aunque fuera en un clima de falta de libertad, pero que fue progresando económicamente y que se conformaba con tener las necesidades básicas cubiertas. Ahora, en este momento del viaje, el foco de las necesidades ha cambiado. Y la clase media no puede con todo.

El baremo cambia por distintos factores. Lo primero es que el empleo es precario y no hay para todos, eso altera la vida familiar y determina de qué manera se puede seguir perteneciendo a esa categoría social, la más amplia de todas, pero que adelgaza en tiempos de crisis. Los ricos son más ricos y los pobres son más pobres, ese es el mantra que está muy extendido, pero además parece que el número de pobres también ha aumentado.

Da la sensación de que si una familia de cuatro miembros, por ejemplo, no tiene la posibilidad de viajar todos los años al extranjero, tener tres televisiones, al menos dos iPad, cuatro Smartphones, cenar a menudo en un buen restaurante (...) no se pueden sentir realizados en esta sociedad.Esos movimientos de familias de la clase media a la clase baja, ¿qué tienen en cuenta para determinar ese cambio? En la España preconstitucional, tener una televisión en casa era un distintivo. No es que una familia fuese rica por tener una, pero si había para pegarse ese lujo, es que se estaba destacando dentro de la clase media. Quizá por un golpe de suerte, como conocer al que vende los televisores y que nos haga una rebaja, porque fuimos uña y carne en la mili, o porque hay un momento de especial bonanza y entran muchos sueldos en casa.

Estamos hablando de una televisión. Lo de dos televisores era de ricos, por no decir de multimillonarios. Y con los coches podemos decir algo parecido. Un coche sí era algo más o menos común, un segundo coche era algo propio de una familia numerosa con varios hijos ya creciditos. Si no, era propio de gente forrada de dinero.

Por supuesto, el número de productos donde elegir era muy escaso. Dos o tres marcas para comparar, como mucho, tanto si estamos hablando de electrodomésticos como si hablamos de alimentos. Ahora, para desayunar, elegir puede ser hasta traumático, porque hay de todo tipo de cosas, en cuanto a formas, sabores y consejos, porque hay que mantener la línea, alejar al colesterol malo y si además se puede presumir de una determinada moda alimenticia, pues mejor.

Da la sensación de que si una familia de cuatro miembros, por ejemplo, no tiene la posibilidad de viajar todos los años al extranjero, tener tres televisiones, al menos dos iPad, cuatro Smartphones, cenar a menudo en un buen restaurante, suscribirse a una revista de deportes y otra de moda, visitar la Ópera alguna vez y montarse excursiones algunos fines de semana, no se pueden sentir realizados en esta sociedad.

Hace 40 años, una familia de cuatro miembros viajaba al pueblo, con alguna excursión extra muy de vez en cuando, y salir del país era algo reservado para algún viaje de trabajo. Había un televisor, un teléfono fijo con el que se tardaba un rato en marcar el número completo al que se quería llamar, se leía el periódico en el bar, se veía tocar a una orquesta en las fiestas del pueblo y se comían langostinos en Nochebuena y para de contar.

¿Se supone que estas dos familias son de clase media? ¿No hemos elevado demasiado el listón para estar en ese amplio grupo social? Podríamos convenir que, si una familia de cuatro miembros ingresa 10.000 euros al año, vivirá en precario. Y si ingresa más de 100.000, ya son prácticamente ricos ¿Todo lo que está entre un extremo y otro es clase media?

¿Y como era la clase media en los tiempos de Jesús de Nazaret?

Hay que empezar diciendo que, aunque algunos enfoques - no pocas veces ideológicamente interesados – han pretendido dividir la sociedad judía de esta época en solo dos clases, lo cierto es que está muy bien documentada la existencia de diversas clases medias en el seno de la misma. Su composición era muy multiforme. Así nos encontramos con pequeños comerciantes, poseedores de alguna tienda en un bazar; artesanos, propietarios de sus talleres; personas dedicadas al hospedaje o relacionadas con el mismo; empleados y obreros del templo - que, en términos generales y partiendo de un nivel comparativo, estaban bien remunerados - y sacerdotes no pertenecientes a las clases altas. Todo hace indicar que buen número de los primeros cristianos procedían de este segmento de la sociedad. Los sacerdotes a los que se hace referencia en Hch 6, 7 corresponden, desde luego, a este entorno, al igual que el levita Bernabé (Hch 4, 36-7), los fariseos conversos (Hch 15, 5; 26, 5) y también el “Discípulo amado” si se le identifica con Juan el de Zebedéo. Los primeros discípulos de Jesús, sin duda, pertenecían también a este sector de clases medias. Así, los hijos de Zebedéo contaban, según las fuentes, con asalariados (Mc 1, 19-20 y par.); Leví (Mateo) había pertenecido al grupo de los publicanos (Mc 2, 13 ss y par); Pedro tenía un negocio de pesca que explotaba a medias con su hermano y que le permitía tener una casa (Mc 1, 16 ss; 1, 29-31). Por lo que sabemos, entre la muerte de Jesús y Pentecostés volvió a ocuparse de esta actividad (Jn 21, 1 ss). Quizá también a esta clase media pertenecieron - si no era de la alta - la madre de Juan Marcos (Hch 12, 12), Ananías y Safira (Hch 5, 1 ss), los que enajenaron sus bienes para entregar el producto al fondo de la comunidad (Hch 2, 45; 4, 34) y los que las conservaron (Hch 5, 42). La misma familia de Jesús podría encuadrarse en este sector, aunque legalmente se les considera pobres a efectos de ciertos preceptos de la Torah. Prueba de ello es que un pariente de Jesús, seguidor de él y del que nos habla Eusebio (HE III, 20, 2), poseyó en un periodo situado entre los años setenta y los noventa del siglo primero, propiedades censables en 9000 denarios (unos 100.000€).

Amados lectores, porqué os cuento todo esto, pues porque corre una leyenda/cuento de que los discípulos de Cristo, eran todos pobres, solteros (o tenían que estar solteros) y poco menos que sin capacidad para pensar; pero mira por donde la historia demuestra, que no eran todos pobres, ni solteros (Pedro estaba casado, pues Jesús sanó a su mujer de unas fiebres que la tenían en cama), ni ricos (aunque los había muy ricos) y había hasta intelectuales (Pablo); sencillamente la mayoría eran de la clase media.

Os dejo una foto en una reciente convención inmobiliaria, trabajando, como la clase media.

| Gonzalo García Vázquez

Experto financiero & Inmobiliario

gonzalo_infibank@yahoo.es