CRISIS DE CABALLO

 

Crisis de caballo.

 

 

CRISIS DE CABALLO

 

Hemos asistido hace muy pocos días a la enésima  demostración del loco y absurdo escenario europeo en el que nos movemos. No me refiero a Chipre, donde al igual que a los de las preferentes de los bancos nacionalizados en nuestro país, les van a birlar parte de su dinero, porque es la ficha que toca tumbar en el tablero de ajedrez en el que juega Alemania contra todos. Eso sí, a los chipriotas les van a levantar el 20% y aquí al que menos el 45%, pero todo legalmente porque lo pone el BOE.

Me refería al asunto de la famosa  carne de caballo. 

Para empezar unos datos: La actividad ganadera de estos animales, se reduce a poco más del 1% del total de lo que consumimos en España entre todas las carnes, es decir algo bastante residual,  que en términos económicos son menos de 100 millones de euros. 

Hasta hace poco prácticamente todo era exportado a Italia, Francia y algún otro país de Europa,  aunque algo quedaba en Cataluña, Valencia y en las zonas de producción como León, Burgos, Navarra y País Vasco donde tradicionalmente se ha comido,  aunque en poca cantidad y era la venta en la típica carnicería de caballo que podía existir en una ciudad.

Tiene este tipo de ganadería, una tremenda importancia social y ambiental en los pocos sitios donde existe, debido a que son normalmente pequeñas explotaciones en pueblos de montaña,  con grandes superficies de pastos, con unas prácticas ganaderas totalmente respetuosas con el medio y con los animales, pues estos viven en libertad el año entero; el ejemplo de la maravilla que es Babia resume lo que teóricamente defiende la política agraria de la Unión Europea.

En cuanto a las características de la carne de potro se podría resumir que es la mejor que existe a nuestro alcance desde el punto de vista dietético y sanitario, se ha demostrado que la carne de équido, respecto a otras carnes, ofrece cualidades muy interesantes:

Menor contenido en grasa, mayor riqueza en glucógeno y valor proteico.

Efecto antianémico, por su alto contenido en hierro.

Es también una fuente importante de fósforo, magnesio, zinc , cobre y vitamina B.

Altos contenidos en ácidos grasos omega 3.

Difícil transmisora de enfermedades para el hombre.

Propiedades inmunizantes respecto a la tuberculosis. 

Asimismo, es muy tierna y de fácil digestión, lo que la hace muy apropiada en dietas dirigidas a niños, deportistas, mayores y personas con anemia.

Como se ve en el cuadro inferior una carne excelente que suele tener un precio inferior al resto.

 

 

 

 

 

 

 

 

Entonces, ¿cuál es el motivo de su bajo consumo?,  pues fundamentalmente una cuestión cultural y de costumbre. El hecho de que países como Francia donde la afición a los caballos es inmensa sean también grandes consumidores de esa carne, demuestra que es algo cultural y de la tradición culinaria de los territorios y además en países como España sigue habiendo un tabú al respecto,  pues mucha gente asocia esta carne a los tiempos del  hambre y la posguerra ya que era la carne de los pobres que no podían permitirse la ternera.  Esto había cambiado un poco gracias a la labor de asociaciones de criadores, de carniceros, de pediatras y médicos, de muchos restaurantes alguno con  “michelines” y al boca a boca.

 Aquí  llegamos a nuestra amada Europa y sus crisis alimentarias tipo “el pepino envenenado español”. 

Una vez más, y ya van ni se sabe las veces, una cuestión que tenía una solución normal  fuera del sensacionalismo, se convierte de la noche a la mañana en un cataclismo, una guerra comercial entre países, acusaciones de los ricos del norte hacia los tontos del sur, periodistas escribiendo con un desconocimiento vergonzante, políticos a los que la sola idea de un problema de salud pública les da fiebre vitularia. Y ya tenemos la confusión total que acaba diciendo: “Aparece carne contaminada con caballo” y por supuesto el consumidor  deja de comprarla.

 En todo caso y viendo las características de la carne, deberían haber dicho: “carne mejorada con caballo”, aunque el daño ya estaba hecho y como en el caso del pepino, del que nunca más se supo (por si no lo saben la culpa fue de un almacenista alemán que lo contaminó),  la culpa nos la arrearon los ingleses a nosotros “ipso facto” y después a los irlandeses, rumanos, etc… es decir,  a los pobres de siempre. Pero en España en materia alimentaria,  hacemos las cosas bastante mejor que lo que todos los “listos” de Pirineos para arriba se creen y en este caso los comercializadores europeos son los que han vuelto  a liarla. Es un fraude de etiquetaje, no de salud,  que hunde a un sector minoritario de un país ya hundido, cuyo ministro del ramo dijo la frase que resume los políticos que tenemos y lo que nos respetan por el mundo: “Peores cosas hemos comido”. ¿Para qué queremos enemigos en Europa?. 

Salud.

Victor M. García