La verdadera historia de Juan José Domínguez.

El falangista al que Franco mandó fusilar - Capítulo IX

En el capítulo anterior Juan José Domínguez decía que había finalizado el año 1937 en el penal de San Miguel de los Reyes de Valencia y me ha parecido oportuno recuperar algunos datos de cómo era este penal, por lo que hemos acudido a la bibliografía y en memoria de un presidiario, Manuel García Corachán nos da cuenta de este lugar.

"Era un caserón grande -escribe- mitad convento y mitad prisión y, antiguamente, palacio con dos patios interiores separados por la iglesia que era espaciosa, pero carente de belleza: sus paredes, - las que dan a los patios- grises y frías".

"El patio más pequeño era de carácter conventual con pórticos que hoy están tapiados y es más recogido e íntimo que el patio grande. Este tendrá unos cincuenta metros en cuadro y presenta aspecto de presidio, circundado por una cubierta o voladizo de cinc con sus tres puertas colocadas como de acaso, sin simetría. En este patio están todas las dependencias del penal: ayudantía, economato, barbería, retretes , entrada a la iglesia, peculio, horno... Yo estoy -sigue escribiendo Manuel García- casi siempre en el patio pequeño con un grupo de gente de Manises. La característica especial o esencial del invierno es el frío por lo que, para defendernos de él, nos estacionamos en el túnel amplio o corredor cubierto que une los dos patios. Yo, hasta ahora, había estado alojado en el sexto dormitorio, primera brigada. A aquello se le llamaba dormitorio, sin duda porque allí se duerme, claro que los cobertizos para encerrar ganado también son dormitorios y conste que no quiero compararlos con esto. El tal dormitorio es un corredor amplio con grandes columnas en medio que yo pienso eran del antiguo convento. En ese lugar, de la forma que mejor podemos, nos acostamos. Somos doscientos cuarenta presos en dos filas, arrimados a las paredes y nueve o diez entre columna y columna. Yo dormía entre estos últimos al lado del estrecho pasillo que nos separa de los que están junto a la pared. Por cama teníamos una colchoneta, la misma colchoneta de La Modelo, extendida sobre el blando somier del suelo y afortunado aquel que tiene colchoneta. Verdaderamente se está más ancho que lo que pueden estar ciento trece penados en una celda, pues aquí disponemos entre cincuenta y sesenta centímetros de ancho sin cruce de piernas".

"En el dormitorio sexto, teníamos el agua que subíamos en botijos. Yo dormía al lado de un tal López con el cual reñía a veces. Además de la nave en donde yo estaba, en el sexto había otras tres paralelas a la mía, otra a continuación de la anterior y la tercera perpendicular, en medio de las dos. Por la noche, la característica principal de tal dormitorio era la atmósfera, casi irrespirable que se formaba: ventanas cerradas, hombres apelotonados y techos muy bajos. No hacía calor pero tampoco frío".

"Por la misma escalera que da al túnel se entra a dos dormitorios más: el cuarto y el quinto. Desde nuestras ventanas se ve la huerta, Alboraya, el Cañaveral y un pedazo de mar y el paso de los seres que gozan de la inefable dicha de la libertad, de ir a donde quieran o dormir en cama caliente con su mujer, el que la tenga".

"Las paredes del dormitorio, del sexto y de todos los demás están, como no podía ser menos, adornadas con las clásicas colgaduras: maletas, sacos, mantas, prendas de vestir o cestas y todo lo que se puede imaginar".

Continuará

Antonio Esteban |